La locura de mi mujer 

Al principio pensé que se había dado un golpe en la cabeza. Revise bien su cabeza a ver si tenía una herida o algo así: todo parecía correcto. Pero ella insistía: quería comprar una caravana. Y yo le decía: ¿pero sí nunca has viajado en caravana? Yo sí, y no creo que te gustase. Pero me empezó a decir que una amiga suya viajaba ahora en caravana, que era mucho más barato y divertido. Lo dejé pasar unos días, para ver si volvía a sus cabales, pero no. No parecía un capricho, aunque era un poco locura.

Y es que somos dos personas bastante cómodas: nos gusta viajar a todo lujo, y porque no tenemos más dinero que, si no, no saldríamos de los hoteles de cinco estrellas. Pero en algo tenía razón mi mujer: nos habíamos vuelto demasiado sedentarios. Quizás necesitábamos algo nuevo para animar nuestros viajes. Pero, ¿una caravana? Eso eran palabras mayores porque suponía adaptarse no solo a una nueva manera de viajar, sino de circular por carretera. Recuerdo las peleas de mi padre con la caravana cuando viajábamos así, y no sé si yo estoy preparado para eso.

De cualquier forma, mi mujer me fue convenciendo poco a poco para, por lo menos, valorar el tema de las caravanas. Pero yo puse como línea roja que no compraríamos una nueva. Y empecé a buscar caravanas knaus segunda mano para ver cómo estaban los precios. Me gustaba esa marca porque le cogí cariño cuando la compró mi padre. También la compró de segunda mano, pero estaba en muy buen estado y nos duró un montón.

Otra opción todavía más asequible era alquilar una caravana, pero mi mujer dijo que no, porque ya se olía que tras el primer viaje iba a empezar a poner pegas y razón no le faltaba. Con una caravana de segunda mano tendría la ‘obligación’ de poner más de mi parte para adaptarme a las nuevas circunstancias. Así que me dejé llevar por una vez y puse sobre la mesa tres caravanas knaus segunda mano para que mi mujer eligiera. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a tener que dejar la comodidad de mis queridos hoteles?