La cobertura de chocolate blanco, negro, rosa y con leche recibe un uso generalizado en el sector repostero. Además de potenciar el sabor, esta solución contribuye a dar consistencia y solidez a tartas, pasteles y otros preparados, realzando su apariencia.
La cobertura de chocolate se elabora con manteca de cacao, leche en polvo y azúcar, principalmente, y puede clasificarse en cuatro tipos según el porcentaje de cacao y otros aspectos.
En primer lugar, la de chocolate blanco posee un porcentaje de cacao del treinta por ciento aproximadamente, con un porcentaje similar de manteca y añadidos como el azúcar o la lecitina, además de la leche. Su característica más notable es la blancura que otorga a magdalenas, gallegas y otras creaciones confiteras.
La antítesis del chocolate blanco es el negro. Esta cobertura se compone, como indica su nombre, de chocolate amargo con un porcentaje de cacao de hasta el setenta y cinco porciento. Su color oscuro sirve de contraste a la nata y otros ingredientes comunes en repostería.
Las tartas y bombones con una cobertura de chocolate negro se benefician de las propiedades de este derivado del cacao, como su riqueza en antioxidantes. También es fuente de minerales como el hierro, el magnesio, el potasio y el calcio, y la presencia de teobromina actúa como estimulante del sistema nervioso. No en vano el chocolate negro está catalogado como un superalimento.
Por su parte, la cobertura de chocolate con leche se distingue por una menor cantidad de cacao, del orden del cuarenta por ciento, y un mayor protagonismo de la leche. Con una cremosidad superior al resto, este producto se emplea intensamente en repostería.
Más inusual es la cobertura de chocolate rosa, compuesta por el llamado cacao ruby, responsable de su singular color rosado. Se estima que su aporte de flavonoides mejora la salud cardiovascular y actúa como antiinflamatorio.