Para él, buscar farmacias Santiago de Compostela en su barrio se había convertido en una tarea más importante de lo que imaginaba. Lo que antes parecía una simple necesidad ocasional —comprar un medicamento, renovar un botiquín o pedir consejo— comenzó a tener un peso diferente cuando tomó conciencia de lo valioso que era contar con servicios sanitarios cerca de casa. En una ciudad como Santiago, donde las calles se combinan entre cuestas, historia y vida cotidiana, encontrar la farmacia adecuada podía marcar la diferencia entre una tarde tranquila o un día lleno de inconvenientes.
Su barrio, con su mezcla de edificios tradicionales y comercios recientes, ofrecía varias opciones. Aun así, él quería asegurarse de conocerlas bien: cuáles abrían más temprano, cuáles tenían guardias nocturnas y cuáles ofrecían un trato más cercano. Empezó su búsqueda caminando por las calles que recorría a diario, observando carteles verdes y cruces luminosas que a veces pasaban inadvertidos entre panaderías, fruterías y cafeterías.
La primera farmacia que encontró estaba en una esquina soleada, cerca de una pequeña plaza. Le llamó la atención la amabilidad del ambiente y la sensación de orden que transmitía. Allí, imaginó que sería el lugar ideal para resolver dudas rápidas o buscar productos cotidianos. Sin embargo, quiso seguir explorando. En Santiago, pensaba él, nunca sabes qué tesoros prácticos puedes descubrir a pocos pasos.
Un par de calles más adelante, halló otra farmacia, más moderna, con un escaparate amplio donde destacaban artículos de ortopedia y cosmética. Le pareció un establecimiento pensado para personas con necesidades más específicas, quizás ideal para quienes buscaban asesoramiento especializado. Tomó nota mental de su ubicación, convencido de que algún día podría resultarle útil.
Continuó su caminata hasta llegar a una farmacia de guardia, situada en una avenida principal. Aunque no necesitaba nada en ese momento, sintió cierta tranquilidad al saber que, si surgía una urgencia, tendría un recurso cercano incluso de noche. Aquella información le dio una sensación de seguridad silenciosa, una especie de alivio anticipado.
Al finalizar su pequeña ruta, comprendió que buscar farmacias en su propio barrio no solo le había permitido identificar opciones prácticas, sino también reconectar con su entorno. En cada esquina, descubrió un servicio pensado para cuidar a quienes allí vivían. Para él, aquel recorrido sencillo representaba algo más profundo: la tranquilidad de saber que, en Santiago de Compostela, la salud y la comunidad caminaban siempre de la mano.