Las empanadillas congeladas o recién elaboradas son un manjar que reconoce en Galicia una de sus cunas más antiguas. No en vano, el célebre gastrónomo Álvaro Cunqueiro Mora definió esta comunidad autónoma como ‘País de las empanadas’, y la historia ciertamente le da la razón.
En líneas generales, la empanadilla podría describirse como un «pastel pequeño, aplastado, que se hace doblando la masa sobre sí misma para cubrir con ella el relleno de dulce, de carne picada o de otro alimento». Pero esta definición de la Real Academia de la Lengua (RAE) no hace justicia a las versiones gallegas de este bocado.
En concreto, la empanada gallega se caracteriza por la presencia de pollo y champiñones entre sus ingredientes, entre los que también destacan el raxo, el atún, los guisantes y mariscos autóctonos como el pulpo o las zamburiñas. En frío o en caliente, se consume con motivo de romerías y festividades similares.
Respecto a su historia, los orígenes de esta empanada se remontan a los pueblos godos del siglo VII, siendo por tanto uno de los preparados de masa rellena más antiguos de esta comunidad. Tanto es así que las empanadas pueden contemplarse en las tallas del Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela.
A escala nacional, una de las referencias más antiguas a la empanada se encuentra en el manuscrito Llibre de Coch, un recetario escrito en lengua catalana, atribuido al mestre Ruperto de Nola. Su composición no era muy distinta de la que conocemos hoy: masa de harina de trigo o de centeno rellena de carne de caza, pescado y sobras de guiso.
Dada la flexibilidad de sus ingredientes esenciales, la receta de la empanadilla puede adaptarse fácilmente a las exigencias de una vida healthy, sin necesidad de renunciar al exquisito sabor de un plato ligado a la gastronomía gallega y española.