Las Cíes, mis islas: Redescubriendo el paraíso que veo cada día

Vivo en Vigo, y eso significa que tengo un privilegio que a menudo, por la costumbre, casi olvido. Cada día, desde mi ventana, las veo. Son la silueta que despide al sol, la barrera natural que protege nuestra ría, el faro lejano en las noches claras. Las Islas Cíes. Forman parte tan intrínseca de mi paisaje vital que a veces creo conocerlas de memoria. Pero hoy, con el sol de julio invitando a planear una escapada, me he dado cuenta de que conocer su imagen no es lo mismo que conocer su alma. Y así, he decidido redescubrirlas desde mi ordenador, como un turista en mi propia tierra.

Mi búsqueda comienza por lo más importante buscar información Islas Cíes y lo que todo el mundo debe saber antes de planificar un viaje: el proceso de reserva. Lejos han quedado los días en que uno podía simplemente bajar al puerto y comprar un billete. Al ser un Parque Nacional, el acceso está controlado para proteger su frágil ecosistema. El primer paso, y el más crucial, es solicitar una autorización de acceso en la web oficial de la Xunta de Galicia. Es un trámite gratuito y sencillo que te proporciona un código pre reserva. Sin este código, es imposible continuar.

Con la autorización en mano, el siguiente paso es elegir una de las navieras que operan desde el puerto de Vigo. Introduzco el código y, ahora sí, puedo comprar el billete de barco para el día y la hora que he elegido. Este sistema, que al principio puede parecer engorroso, me recuerda la importancia del lugar al que voy. No es un parque de atracciones, es un tesoro que requiere un acceso ordenado y respetuoso.

Pero mi curiosidad va más allá de la logística. Me sumerjo en mapas de senderismo, refrescando la memoria sobre las famosas rutas. La subida al Faro de Cíes, el principal, es la más icónica, una caminata que promete unas vistas espectaculares del océano. También está la ruta del Alto do Príncipe, más corta pero con una panorámica increíble de la playa de Rodas y el lago que la une a la isla de Monteagudo. Repaso los nombres de las tres islas: Monteagudo, O Faro y San Martiño, recordando que esta última, la más al sur, solo es accesible en embarcación privada.

Termino mi búsqueda y vuelvo a mirar por la ventana. La silueta es la misma, pero mi percepción ha cambiado. Ahora veo los senderos, las dunas protegidas, la vida que bulle en ellas. Ya no son solo un adorno en mi horizonte. Son un destino que comprendo mejor, un tesoro que siento aún más mío y que estoy deseando volver a pisar, esta vez, con la mirada renovada de quien ha vuelto a estudiar su mapa.