Mi madre, con sus ochenta y tantos, es la personificación de la independencia. Vive sola, hace sus recados por el barrio de O Calvario y no perdona su paseo diario. Sin embargo, desde una caída sin importancia que tuvo el invierno pasado, una pequeña semilla de preocupación se instaló en mi cabeza, y en la de mis hermanos. Queríamos respetar su autonomía, pero necesitábamos un plus de tranquilidad, una red de seguridad que no fuera invasiva. Así es como empezamos a buscar soluciones y dimos con el reloj inteligente durcal.
La idea de un «botón rojo» tradicional no le gustaba; lo asociaba con sentirse mayor y dependiente. Lo que nos atrajo del Dúrcal fue precisamente su apariencia. Es un reloj digital, moderno y discreto. No grita «soy un dispositivo de emergencia», sino que parece un reloj inteligente cualquiera, con la hora bien grande y un diseño sencillo.
La compra la hice por internet, directamente en su página web, aunque he visto que también está disponible en grandes superficies aquí en Vigo. El proceso fue muy sencillo. Lo que más me interesaba eran sus funciones clave: el detector de caídas automático, el botón SOS lateral de fácil acceso y el localizador GPS. La idea de que, si sufría una caída brusca, el reloj avisara automáticamente a la centralita y a nosotros, la familia, fue el factor decisivo.
La configuración inicial fue más fácil de lo que esperaba. Me descargué la aplicación de Dúrcal en mi móvil y desde ahí pude vincular el reloj y añadir a mi hermano y a mi tía como contactos de emergencia. En la app podemos ver su ubicación en tiempo real —algo que usamos con respeto, solo para asegurarnos de que ha llegado bien a su destino— y el nivel de batería del reloj.
Al principio, mi madre se mostró un poco reticente. «Otro trasto más para cargar», decía. Pero en cuanto le expliqué que con solo pulsar un botón podía hablar directamente con nosotros a través del reloj, o con una centralita de emergencia las 24 horas, su percepción cambió. Entendió que no era un aparato para controlarla, sino para protegerla.
Ahora, ese reloj en su muñeca es mi paz mental. Sé que si se cae en casa o se desorienta durante su paseo, tenemos un sistema rápido y eficaz para saberlo y actuar. Ella sigue siendo la mujer independiente de siempre, pero ahora, esa independencia está protegida por una tecnología discreta y pensada para lo que de verdad importa.